Hoy mi esposa Melissa cumple 30 semanas de embarazo. El reloj no detiene su marcha y la emoción sigue en aumento. La expectativa de la llegada de nuestra primera hija es algo indescriptible. Casi puedo sentir una extraña sensación de mariposas en el estomago y mis ojos se enrojecen de solo pensar como serán esos primeros minutos cuando tenga a mi bebe en mis brazos. Quisiera poder decir que estoy totalmente preparado y listo para ese momento, pero no es así. La seguridad que muchas veces demuestro cuando imparto un sermón o participo en una reunión de trabajo se confunde con un total sentimiento de fragilidad. Fragilidad que solo son un reflejo de mi necesidad de dependencia de Dios ante esta nueva etapa. Levantar una nueva generación en un mundo en crisis espiritual, social, económica entre otras muy bien pudiera ser el disuasivo o excusa perfecta para evitar entrar en esta nueva etapa. No niego que lo pensé, pero fue mayor la confianza en la promesa de Dios para mi vida y la de mi fa...