Cuando escuchas la palabra soledad, ¿qué sentimiento surge dentro de Ti? ¿Emoción o alegría? ¿Qué tal placer, disfrute o expectativa?
Mmmm. Tal vez no.
Para muchos de nosotros, la soledad es nuestra mayor batalla interna. Aunque puede ser que no hablemos a menudo de ella, la misma no esta lejos de nuestros pensamientos. Cada uno de nosotros, a su manera, luchamos constantemente con la soledad de la misma forma que lo haría contra una enfermedad o la pobreza. Llenamos nuestros horarios de actividades sociales, nos mantenemos ocupados al punto del agotamiento y llenamos nuestras mentes de series de TV, de noticias, de música, o de libros. Tal vez no es lo más que queremos pero ¿acaso no es la mejor opción?
Tendemos a asociar etapas de la soledad con aislamiento, rechazo, desesperación o vacío. Entonces no es de sorprender cuando Jesús nos pide que pasemos un tiempo a solas con Él y nosotros resistimos su llamado. Sin embargo, cuando recibimos su respuesta, descubrimos que la soledad con Jesús no es un ejercicio vano de aislamiento sino más bien un tiempo de retribución espiritual que enriquece nuestros corazones con uno de los más maravillosos regalos de Dios: la claridad para conocerlo.
Conocer a Dios realmente requiere un tiempo de silencio y estar enfocado y atentos a Él. Requiere la voluntad de mirar y escuchar hasta que su revelación venga a nosotros. "He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros." (Salmos 123:2) Alguno de sus regalos más hermosos vienen en el tiempo de la calma.
La calma en el tiempo de soledad nos trae mayor claridad para conocer a Dios. Este tiempo despierta los secretos de nuestros propios corazones. Y entonces ¿por qué lo evitamos? Corremos de la soledad al grado de correr de nosotros mismos. La soledad abre las ventanas de nuestra alma y saca a la superficie todo lo oculto. Tememos de lo que pudiera estar en nuestro interior, oculto detrás de nuestras vidas ocupadas: dolor, desesperación, cansancio y desánimo. No entendemos que el llamado de Dios a la soledad no es una llamado a aislarnos y hacer frente a nuestras luchas solos. Es un llamado a venir a Él y que Él pueda ministrar a nuestra alma y sanar nuestros corazones. "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas." (Mateo 11:28-29)
¿Cuándo fue la última vez que sacaste un tiempo a solas con el Señor, sin agendas, para mirar y escuchar lo que Él quiere revelarte?
Saca algunas horas esta semana y busca un hermoso lugar donde pues estar en silencio con Él. Aprovecha tu tiempo de soledad para conocer a Dios y que Él tenga un tiempo exclusivo contigo para trabajar en ti.
Mmmm. Tal vez no.
Para muchos de nosotros, la soledad es nuestra mayor batalla interna. Aunque puede ser que no hablemos a menudo de ella, la misma no esta lejos de nuestros pensamientos. Cada uno de nosotros, a su manera, luchamos constantemente con la soledad de la misma forma que lo haría contra una enfermedad o la pobreza. Llenamos nuestros horarios de actividades sociales, nos mantenemos ocupados al punto del agotamiento y llenamos nuestras mentes de series de TV, de noticias, de música, o de libros. Tal vez no es lo más que queremos pero ¿acaso no es la mejor opción?
Tendemos a asociar etapas de la soledad con aislamiento, rechazo, desesperación o vacío. Entonces no es de sorprender cuando Jesús nos pide que pasemos un tiempo a solas con Él y nosotros resistimos su llamado. Sin embargo, cuando recibimos su respuesta, descubrimos que la soledad con Jesús no es un ejercicio vano de aislamiento sino más bien un tiempo de retribución espiritual que enriquece nuestros corazones con uno de los más maravillosos regalos de Dios: la claridad para conocerlo.
Conocer a Dios realmente requiere un tiempo de silencio y estar enfocado y atentos a Él. Requiere la voluntad de mirar y escuchar hasta que su revelación venga a nosotros. "He aquí, como los ojos de los siervos miran a la mano de sus señores, Y como los ojos de la sierva a la mano de su señora, Así nuestros ojos miran a Jehová nuestro Dios, hasta que tenga misericordia de nosotros." (Salmos 123:2) Alguno de sus regalos más hermosos vienen en el tiempo de la calma.
La calma en el tiempo de soledad nos trae mayor claridad para conocer a Dios. Este tiempo despierta los secretos de nuestros propios corazones. Y entonces ¿por qué lo evitamos? Corremos de la soledad al grado de correr de nosotros mismos. La soledad abre las ventanas de nuestra alma y saca a la superficie todo lo oculto. Tememos de lo que pudiera estar en nuestro interior, oculto detrás de nuestras vidas ocupadas: dolor, desesperación, cansancio y desánimo. No entendemos que el llamado de Dios a la soledad no es una llamado a aislarnos y hacer frente a nuestras luchas solos. Es un llamado a venir a Él y que Él pueda ministrar a nuestra alma y sanar nuestros corazones. "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas." (Mateo 11:28-29)
¿Cuándo fue la última vez que sacaste un tiempo a solas con el Señor, sin agendas, para mirar y escuchar lo que Él quiere revelarte?
Saca algunas horas esta semana y busca un hermoso lugar donde pues estar en silencio con Él. Aprovecha tu tiempo de soledad para conocer a Dios y que Él tenga un tiempo exclusivo contigo para trabajar en ti.