Te haz preguntado ¿por qué debo preocuparme por ayudar a otros cuando estoy sumergido en mis propios problemas? ¿Por qué dedicarle tiempo a otros si al final la gente no es agradecida por lo que uno hace por ellos?
Estas y muchas otras preguntas son las que a menudo van creando en nosotros un sentido de egoísmo y apatía. El egoísmo tiene su base en el miedo; miedo a ser defraudados, miedo a quedar en desventaja cuando damos lo mejor de nosotros a otra persona, miedo a no ser retribuidos. Si el motivador principal para ayudar a otros es lo que voy a recibir, desperdiciaremos una tremenda oportunidad para conocer y suplir la necesidad de la otra persona. Esta actitud creará en nosotros frustración y agotamiento.
Cuando ayudamos a otros o cuando le damos la mano al que está necesitado basándonos en un genuino deseo de servir, veremos nuestros actos como un proceso de bendecir vidas y de transformar positivamente la historia de otras personas. Es en ese momento que obtenemos nuestra recompensa y nunca seremos decepcionados porque no miramos al otro por lo que nos pueda dar, sino porque al servirle, nos convertimos en mejores líderes y agentes de cambio. Además, se desarrolla en nosotros un sentido de humildad y desprendimiento que creará satisfacción en cada cosa que hagamos.
Como dijo la Madre Teresa en una ocasión: “Una vida que no es vivida para otros no es una vida.”
Cada persona tiene una historia, si nos ocupamos en leerla.
por Dan T. Cathy
Estas y muchas otras preguntas son las que a menudo van creando en nosotros un sentido de egoísmo y apatía. El egoísmo tiene su base en el miedo; miedo a ser defraudados, miedo a quedar en desventaja cuando damos lo mejor de nosotros a otra persona, miedo a no ser retribuidos. Si el motivador principal para ayudar a otros es lo que voy a recibir, desperdiciaremos una tremenda oportunidad para conocer y suplir la necesidad de la otra persona. Esta actitud creará en nosotros frustración y agotamiento.
Cuando ayudamos a otros o cuando le damos la mano al que está necesitado basándonos en un genuino deseo de servir, veremos nuestros actos como un proceso de bendecir vidas y de transformar positivamente la historia de otras personas. Es en ese momento que obtenemos nuestra recompensa y nunca seremos decepcionados porque no miramos al otro por lo que nos pueda dar, sino porque al servirle, nos convertimos en mejores líderes y agentes de cambio. Además, se desarrolla en nosotros un sentido de humildad y desprendimiento que creará satisfacción en cada cosa que hagamos.
Como dijo la Madre Teresa en una ocasión: “Una vida que no es vivida para otros no es una vida.”
Cada persona tiene una historia, si nos ocupamos en leerla.
por Dan T. Cathy